Articulo recibido: mayo13 de 2012-08-08
Articulo aceptado: junio 8 de 2012
La masacre de Bahía Portete es conocida como un acontecimiento devastador para la comunidad Wayúu asentada en la Guajira. Ésta, dentro de la amalgama de hechos violentos en un contexto de conflicto armado, muestra unas especificidades claves para entender el uso de la violencia como despojador del territorio y destructor de una comunidad. Por un lado, da cuenta de cómo la violencia se adapta de acuerdo a las particularidades de la comunidad en donde se manifiesta. Por otro lado, da cuenta de una lógica de la violencia paramilitar distinta, minuciosa y efectiva. El análisis gráfico, histórico y teórico de esta masacre, busca comprender la dinámica en que se ejerce violencia en tanto los actores implicados, así como sus diversas formas de expresión: la violencia sobre las mujeres indígenas, el despojo y destrucción del tejido social, entre otros.
Palabras clave
Cultura Wayúu, Paramilitarismo, Narcotráfico, Masacre, Feminicidio.[1].

Jorge Andrés Viasus Salamanca
Estudiante de Sociología de la
Universidad Nacional de Colombia
María Alejandra Eslava Garzón
Estudiante de Sociología de la
Universidad Nacional de Colombia
Mariangélica Rojas Gutiérrez
Estudiante de Sociología de la
Universidad Nacional de Colombia
Paula Alejandra León Giraldo
Estudiante de Sociología de la
Universidad Nacional de Colombia
paaleongi@unal.edu.co
Slaughter of Bahia Portete:
a particular case of paramilitary violence in recent years.
The slaughter of Portete Bay is known as a devastating event for the Wayuu community in Guajira seated. This, within the amalgam of violence in the context of armed conflict, shows some specific keys to understanding the use of violence as a stripper's territory and destroying a community. First, realize that violence is adapted according to the particularities of the community in which it manifests itself. On the other hand, reveals a logic different paramilitary violence, thorough and effective. Graphical analysis, historical and theoretical of this slaughter, seeks to understand the dynamics of violence exerted on both the actors involved and its various forms of expression: violence on indigenous women, plunder and destruction of the social fabric, between others.
Keywords:
Wayuu Culture, Paramilitaries, Drug, Slaughter, Femicide
Introducción
“La
masacre cometida contra mujeres Wayúu es, así mismo, una manera ruin de
confrontar de paso al hombre guerrero Wayúu y aterrorizar a una comunidad.” (Periódico de la Guajira, 2011)
Bahía Portete, ubicada en la Alta
Guajira, fue escenario de uno de los acontecimientos contra la comunidad
indígena más atroces y menos conocidos por el país en los últimos años. La masacre ocurrida en este
territorio, el 18 de abril del 2004, significó un hito en el conflicto armado
en la región, en el cual participaron dos actores directos: la comunidad Wayúu
y el aparato paramilitar colombiano. La presencia
armada, la masacre y el desalojo representaron un choque cultural violento que,
de muchas maneras, desestabilizó a la comunidad en sus creencias más
arraigadas. Se profanó lo sagrado, se asesinó al hermano/a, se pisoteó una
tradición, se arrebató un territorio y se desplazó una comunidad aún en
presencia de las Fuerzas Militares (FFMM) en supuesta obligación de
protegerles. De esta manera, se entiende que es un caso particular que traslapa
y articula distintas manifestaciones de violencia: física, simbólica,
informacional, económica, entre otras, las cuales permiten que lo trágico de la
masacre se transforme y se perpetúe. Además, se comprende que la masacre en
Bahía Portete es un ejemplo de la sagacidad militar al leer y analizar un
contexto específico, garantizando una eficiencia contundente en el efecto del
hecho violento.
Asumiendo el caso de la masacre en
Bahía Portete como un eje analítico se hace necesario pensar: ¿Cómo Portete
enriquece la discusión en torno a las diferentes formas y mecanismos de
perpetuación de la violencia en un territorio específico? Por otro lado, ¿Se
puede entender la masacre en Bahía Portete como un caso particular que enriquece
el análisis de la lógica de violencia paramilitar colombiana?
El
presente artículo cuenta con cinco secciones que direccionarán e hilarán los
temas principales: Masacre de Bahía Portete - Masacre como tipología de
violencia – Actores de la masacre de Bahía Portete – Después de la masacre -
Conclusiones. Se intentará hacer una labor comparativa, tanto de material
teórico, como de material empírico que lo corrobore.
Ubicación geográfica
La Guajira es
uno de los 33 departamentos en los que está organizada política y
administrativamente Colombia. Este
departamento se encuentra ubicado en la costa norte del país. Está dividido en
15 municipios y su capital es Riohacha. Limita al norte y al oeste con el mar Caribe, al este con Venezuela; al sur con
el departamento del Cesar y al suroeste con el departamento del Magdalena. La Guajira ha sido víctima
de unas dinámicas de violencia geopolítica, debido a sus características
geográficas, propias para varias actividades económicas.
Mapa
1-Departamento de la Guajira
Fuente:
Oficina para la coordinación de asuntos humanitarios (OCHOA)
Uribia es uno
de los municipios más afectados por las lógicas de la violencia militar en los
últimos años. Está ubicado en el Macizo Guajiro y sus habitantes son en su
mayoría pueblo Wayúu. Este municipio limita al norte con el mar Caribe, al sur
con Venezuela y al occidente con los municipios de Maicao y Manaure. Al norte
de este macizo se posiciona Bahía Portete.
La población
Wayúu se ubica en la Alta y media Guajira y ocupa un área de 1.080.336
hectáreas que son resguardos indígenas.
Contexto social y económico
En
la Guajira se habla de tres regiones por sus condiciones geológicas,
geográficas y su poblamiento.
En
la población de la Media Guajira, considerada la más diversa y la más
urbanizada, habitan mestizos, árabes y Wayúus. En la Baja Guajira, la cual es
mucho más arborizada por su cercanía a la zona montañosa, su población es en
mayor cantidad afrodescendiente y vive del cultivo de arroz y economías
agrarias; es mucho más cercana a la cultura rural de Colombia. Vale resaltar
que en esta última también hay población Wayúu. Finalmente, en la Alta Guajira,
se dice que “por ser la zona más desértica del departamento, es una región
dispersa en términos demográficos y habitada sobre todo por población Wayúu”
(Ochoa, 2011: 12). Es en esta zona donde se va a centrar nuestro análisis.
Demográficamente
predomina la población infantil y joven (ver grafico 1). Los indígenas Wayúu
son los más numerosos de los 87 pueblos indígenas de Colombia (19,98% respecto
del total nacional y representan el 44,94% de la población guajira (Ochoa,
2011: 11)).
Grafico 1: Población por series de edad –
Guajira- Año 2004
Fuente:
Elaboración propia con datos DANE
La
ubicación de Bahía Portete es estratégica por encontrarse entre el Cabo de la
Vela y Punta Gallinas, y en la ruta del turismo de la Alta Guajira hacia el mar
Caribe. Su importancia es de tal magnitud que en la parte sur de la bahía se
encuentra Puerto Bolívar, un puerto de embarque de 5.900 toneladas diarias de
carbón de la mina de “El Cerrejón”, la mina más grande del mundo a cielo
abierto. Además de esto, es la entrada de los equipos para la instalación y
funcionamiento de los aerogeneradores de energía que conforman el Parque de
Energía Eólica Jepirachi, ubicado al norte de la Bahía.
Así
como este puerto funciona para la entrada y salida de mercado legal, también es
puerta grande para la entrada de narcotráfico. Esta entrada de narcotráfico por
la región es un aspecto importante de tomar en cuenta a la hora de caracterizar
la historia de la masacre de Bahía Portete.
Características de la masacre
“El 18 de abril de 2004 un grupo de hombres armados bajo órdenes de
alias ‘Pablo’ entraron a Bahía Portete, un pueblo en la Alta Guajira y
asesinaron a 12 personas y desaparecieron a 30. Entre los muertos había cuatro
niños que fueron carbonizados y ocho mujeres, unas de ellas cruelmente
decapitada (…) En esa masacre, dice Telemina, murieron mis tres tías, Rosa,
Diana Fince Uriana y Margot Epinayú Ballesteros. Después de eso hubo el
desplazamiento más grande que haya habido en la historia del pueblo Wayúu….”
(Semana, 2008).
Desde
mucho antes de la llegada de los paramilitares a la región, el puerto tenía un
“encargado”, Simón Barros Epieyu, conocido como “Simón Bala”, quien manejaba el
puerto en nombre de su comunidad. Cuando este murió heredó su lugar a José
María Barros Ipuana, conocido como “Chema Bala”. A mediados de los 80 la
producción de marihuana floreció y este personaje, Chema Bala, se apropio del
tráfico ilegal y sus ganancias, teniendo como consecuencia problemas fuertes
con las demás familias como los Fince Epinayú, los Uriana Fince y los
Ballesteros Epinayú.
La
llegada de los paramilitares a la región está contada desde mediados de 1990
cuando encontraron en el ancho desierto guajiro instituciones estatales débiles
y una cultura que desde tiempos inmemoriales convivía con el contrabando, la
corrupción, y en los últimos años, el tráfico de cocaína y de armas (Verdad
abierta, 2011). Para ellos, era un botín
de guerra lo que habían encontrado allí. Algunos indígenas intentaron
resistirse a esto, pero los hombres de “Jorge 40” respondieron con 70 masacres
que forzaron la huida de miles de campesinos pobres, dejando una gran
desolación.
A
mediados de 1997, por orden directa de los hermanos Castaño, Salvatore Mancuso
y Jorge 40, los paramilitares empezaron un acercamiento con los “duros” del
narcotráfico en la región. Tras fallidos intentos con los narcotraficantes,
como el acercamiento con Santander López Sierra conocido por lograr una curul
en el senado, se vieron encaminados a hacer sus primeras incursiones violentas
en la región. Estas incursiones tuvieron lugar, principalmente, en el sur del
departamento, donde supuestamente había presencia guerrillera en las cercanías
a la sierra nevada de Santa Marta.
Ya
hacia el 2000 los paramilitares se establecieron en el municipio de Badillo, y
allí, se inició una guerra con “el viejo”, un antioqueño quien ya había montado
su propia autodefensa en la sierra.
“Finalmente ‘Jorge 40’ ganó la guerra, y con ella amplió su
dominio de todos los tráficos ilegales que salían y llegaban por la costa
magdalenense. Los ‘paras’ de la Guajira estrenaron entonces nombre y de ahí en
adelante se pusieron el eufemístico nombre de Frente Contrainsurgencia Wayúu”
(Verdad abierta, 2011)
Las
lógicas paramilitares para llegar a Bahía Portete consistieron en la cooptación
de empresas del narcotráfico ya montadas, haciendo alianzas que, al afianzarse
en el poder, terminaban aniquilándose
unas a otras.
Con
la implantación explícita de la presencia paramilitar en el 2001, se generó una polémica diversa entre la
comunidad Wayúu. Mientras que algunos consideraron que la mejor opción era generar
alianzas y de esa manera ser socios en el manejo del negocio de tráfico ilegal,
otros consideraron sólo trabajarles como cargueros u obreros, y a su vez, otros
pocos decidieron resistir tal y como lo habían hecho sus antepasados con los
españoles exigiendo legítima autonomía en su territorio.
Ya
hacia el año 2003 empezaron las matanzas contra la comunidad Wayúu. Desde que
el hermano de Chema Bala fue a denunciar la presencia de paramilitares en la
región, no pararon las muertes en la Guajira por parte de “paras” a indígenas.
Fue días antes de la masacre cuando varios indígenas, cansados de la situación,
interceptaron una camioneta con paramilitares, robándoles la cocaína que
llevaban y finalmente, matándolos. Se dice que éste fue el suceso detonante que
potenció lo ocurrido entre el 18 al 20 de abril en Bahía Portete.
Existen
versiones que dicen que la masacre fue ideada por Chema Bala y los
paramilitares con el fin de asegurar la bahía y quedarse con el negocio. Otras
versiones dicen que fue ideado por Jorge 40 contra la familia Fince por
atestiguar en su contra. De una u otra manera, se hace evidente en los informes
de la fiscalía que a las 7 de la mañana del día 18 de abril llegaron alrededor
de 40 ó 50 hombres vestidos de militares en cinco camionetas y una moto de las
FFMM a Bahía Portete.
Con
lista en mano –se reporta- llegaron a buscar a los hombres de la familia Fince,
y al no encontrarlos terminaron torturando a algunas mujeres. También hay
quienes dicen que no fue sólo a esa familia sino a personas de las familias:
Fince Uriana, los Fince Epinayú, los Cuadrado Fince y los Ballesteros Epinayú:
“Durante el recorrido, los victimarios entran a las casas de quienes tenían en
sus listas y eran reconocidos por las mujeres (que los acompañaban) y los
informantes locales” (Memoria histórica, 2010: 40).
Sacaron
de sus casas a Margoth Fince Epinayú, a Rosa Cecilia Fince y a Rubén Epinayu y
las torturaron y asesinaron. Además, se llevaron a varias mujeres más: Diana
Fince Uriana, Reina Fince Pushaina y una tercera que no ha sido
identificada, quienes nunca más aparecieron. Y se reportaron, además, tres
heridos: Moyo Pérez Uriana, Lilia Epinayu y Tito Aguilar Epinayu.
“Los
paramilitares cortaron las cabezas de las matronas Wayúu, sin importar su edad
y el respeto que tenían en su comunidad, y las clavaron en estacas a las
puertas de los ranchos.” (Verdad abierta, 2011). Esta masacre causó terror en
la gente que salió despavorida. La fiscalía dice que alrededor de 350 personas
quedaron desplazadas, pero esta entidad a su vez tiene datos de alrededor de
888 personas desplazadas por la violencia en la región, las cuales no se
registran en totalidad porque viven en territorio Wayúu venezolano. Aún después
de esto, las arremetidas contra las comunidades Wayúu han seguido. Cualquier
tipo de denuncia por parte de ellos da lugar a un nuevo acto que violenta sus
derechos. La población ha seguido siendo amedrentada por el terror de los
“paras”.
Masacre como tipología de violencia
Desde
la perspectiva de Hannah Arendt, la violencia en casos particulares como el
caso Portete, es digna de analizarse en la medida en la que revela aspectos
importantes en la organización e implementación de la lógica de la violencia.
Si bien puede observarse que la guerra en Colombia está representada,
explícitamente, por diferentes actores armados (guerrillas, paramilitares,
FFMM) y cada uno de estos toma lugar en territorios específicos por medio de
acciones diferenciadas, la lógica paramilitar entra a utilizar unas formas
distinguibles conocidas como el “involucramiento compulsivo de la región” con
el ánimo de generar miedo y amedrentamiento a partir de la masacre, la tortura
y la sevicia.
Aún
apoyado el accionar bélico paramilitar en estas características, se sabe que los
grupos paramilitares no han tenido un sólo modelo o método de acción, sino que este
ha sido organizado de acuerdo a una lectura del nivel de conflicto en la
región, el nivel de organización del movimiento popular y la resistencia de la
población frente a este tipo de proyectos y al accionar de la Fuerza Pública
(Derechos Humanos de Colombia). De esta manera, se observa una lógica minuciosamente
materializada en el caso de Bahía Portete, dando cuenta a nivel general de unas
formas violentas contextualizadas y, a nivel particular, del miedo como
artefacto propiciado en la comunidad Wayúu no sólo a partir del acto violento
directo sino, además, perpetuado por medio de la memoria y principalmente los medios
simbólicos. Otro punto importante para
tener en cuenta es que la violencia impartida en el caso Portete, fue
potenciada también por los más cercanos a la comunidad, sus hermanos por
tradición, asunto por el cual se le facilitó al grupo paramilitar incursionar
más profundamente y afectar incluso lo más sagrado de su cosmovisión: la mujer.
De
acuerdo con Arendt, cuando estipula que “el desarrollo humano es una especie de
injusticia cronológica, ya que los que llegan al último pueden sacar provecho
del trabajo de sus antecesores sin pagar el mismo precio” (Arendt, 1970: 30);
se puede analizar que la incursión paramilitar rompe con un trabajo ancestral
que se había venido desarrollando en la región por parte de la comunidad Wayúu,
y se queda en manos de los recién llegados al lugar. La apropiación de rutas y
negocios con el narcotráfico puede intuirse como fin último de este uso de la
violencia.
El
aporte más importante que hace la teoría de la autora es la diferenciación de
las categorías que se suelen mezclar con respecto a la violencia. Cuando afirma
que “La tiranía (…) es la forma de gobierno más violenta y menos poderosa”
(Arendt, 1970: 39) comprendemos un aspecto importante en el caso Portete. La
fuerza que tuvo la masacre es una fuerza basada en la violencia como
instrumento del miedo. Se entiende entonces como una forma extrema de violencia
ya que no hubo apoyo por parte de un conglomerado masivo de pobladores Wayúu
para aprobar los hechos ocurridos o los fines que se tenían con esos hechos, haciendo
de estos actos ilegítimos: “la forma extrema de poder es todos contra uno; la
forma extrema de la violencia es uno contra todos.” (Arendt, 1970, p.40)
Sin
embargo, la apreciación de Arendt en cuanto al poder como “capacidad de actuar
en concierto” deja mucho que desear frente al caso Portete en la medida en que,
si bien el acto violento estuvo en manos de un colectivo de personas, la
mayoría de la población no tuvo la capacidad de actuar en concierto y, por ende,
el poder fue tomado por los grupos armados usando la violencia física y
simbólica.
Por otro
lado, uno de los aspectos más particulares de la masacre de Bahía Portete es la
excesiva manipulación de los cuerpos de las víctimas antes y después de su
asesinato, por parte de los grupos paramilitares. Esto suscita dos preguntas importantes:
¿Cuál fue el objetivo de los paramilitares con la masacre? ¿Por qué la masacre
sucede de esa forma?
Si bien se
sabe que el paramilitarismo desde apenas en el 2000 estaba entrando al
territorio, y se manifestaba mediante algunos hostigamientos dirigidos hacia
diferentes miembros de la población, nunca logró consolidarse como presencia legítima,
pues era incongruente con los procesos históricos territoriales de la
comunidad. El objetivo entonces era claro: obtener el control
político-económico-territorial de Bahía Portete, puerto de contrabando de armas
y droga para los grupos ilegales en la zona norte del país, y para esto era
necesario el exterminio y/o desplazamiento de la población.
Se entiende
que la masacre como artefacto de violencia perpetrado en los cuerpos, hace de
éstos una especie de transportadores de símbolos de terror y miedo a los demás,
amenazando directamente la cotidianidad de la comunidad (Blair, 2005). La
violencia, entonces, no es sólo comprensible y cuantificable mediante las
cifras y muertes; por añadidura, se despliega y amplía sus efectos hasta donde
las personas interpretan esto como un ataque en su propio territorio por parte
de un extraño, generando desplazamiento y a su vez, la destrucción de todo el
tejido social tramado sobre su territorio.
Lo cultural,
entendido como un sistema de significaciones en virtud de las cuales las
personas actúan, da forma a la dinámica de la violencia. El acto mismo y la
forma en que el público interpreta este hecho, son aspectos que corresponden a
un conjunto de significaciones que acarrean formas de reacción correspondientes
a la interpretación del hecho (Blair, 2005). De esta manera, las explicaciones
macro-sociales que dan cuenta del contexto político, social, económico y
cultural en donde sucede la masacre, son bastante útiles para comprender los
intereses que suscitan tales hechos por parte de los actores. Sin embargo,
dichas explicaciones macro no logran dar cuenta de la particular dinámica en
que las diferentes formas de violencia se desatan en este hecho. Por esto,
consideramos necesario hacer una revisión de las características principales de
los actores involucrados.
Actores de la masacre de Bahía Portete:
Caracterización de los Wayúu:
El
asentamiento territorial Wayúu se realiza a partir de clanes compuestos por
linajes de familias uterinas, es decir, por el linaje de una mujer, dentro del
cual hay autonomía de gobierno, sin que ésta se salga de unos pactos básicos de
solución de conflictos entre toda la población. Siendo el grupo uterino la
unidad política de los Wayúu, se
evidencia la familia “extensa” también como la proveedora del estatus, ya que
las acciones individuales tienen un
carácter colectivo (Gutiérrez, 1996).
A partir del territorio se determina cómo la
comunidad subsiste, se determina políticamente, se relaciona entre sí. La
actividad económica principal es la pesca, el ganado, la agricultura y la
artesanía. Es por esto que su existencia se basa en el apego y apropiación del
territorio, puesto que con ella no podrían desarrollar su vida en comunidad,
sumándole el carácter histórico de resistencia que tiene el territorio desde la
época de la Invasión.
La
organización Wayúu, al tener un carácter matrilineal, trasmite la autoridad,
los bienes y la descendencia la línea materna (Gutiérrez, 1996). De esta
manera, se revela una diferenciación clara entre roles sexuales: Los hombres
juegan el papel de proveedores de alimentos y de seguridad, lo cual los ubica
en una posición importante en cuanto a la responsabilidad familiar; y las
mujeres se encargan del mundo espiritual y son piezas clave en la estructura de
la organización social Wayúu, asumiendo determinada responsabilidad con
respecto a los asuntos espirituales de la comunidad y de sus hijos.
Las
mujeres juegan un papel predominante en la organización Wayúu, dada la
importancia del ámbito espiritual en la comunidad. Son consideradas seres de
frontera, “Si bien anteriormente esto implicaba el mundo sagrado, espiritual y
el de los muertos, esta idea de frontera con el paso del tiempo se ha venido
manifestando también en la labor de mediadoras entre el mundo arijuna y el
Wayúu” (Mancuso, 2007).
El papel de
liderazgo de las mujeres se empezó a afianzar desde los años 80, momento en el
cual se brindó una facilidad de organización indígena establecida en la
Constitución de 1991, lo cual potenció
la ya conocida emergencia de procesos de organización y resistencias
frente al establecimiento de la extracción de carbón del Cerrejón (Sánchez,
2010: 79).
Sin embargo,
la participación de las mujeres en las frecuentes disputas entre los clanes
Wayúu es nula, exceptuando su labor en el recogimiento de heridos y cadáveres.
Mientras los hombres son los guerreros, los que se encargan de la seguridad,
ellas son las únicas que pueden tocar los cuerpos y heridos, las que permiten
el ritual de paso de sanación y/o muerte. Se entiende entonces la
importancia del rol femenino en la comunidad: Por un lado, líderes sociales,
por otro, sostenedoras del ámbito privado de la vida, cumpliendo el papel de
comunicadoras inter-generacionales.
Las
mujeres como seres de frontera en el ámbito espiritual y sagrado, son
consideradas predominantes en esa unidad vida-muerte, en ese intercambio y esa
posibilidad espiritual del encuentro entre el mundo terrenal y el espiritual,
lo cual les da un carácter de seres inmunes e importantes para la comunidad
Wayúu. Por otro lado, tal y como lo manifiesta Mancuso, esta frontera también
se ha venido asumiendo entre el mundo Wayúu y el mundo no-Wayúu, del cual se
han permeado por los contactos comerciales, educativos y culturales de la
región, en los cuales las mujeres Wayúu son las portavoces.
En
términos de conflicto, los parámetros establecidos son aspectos importantes
para dar cuenta del tipo de organización social Wayúu: “La guerra tiene un alto
grado de ritualismo [para los Wayúu] y más que un medio económico, es un
mecanismo de defensa para salvaguardar su honor, su estatus y la tranquilidad
del grupo” (Ramírez Boscán, 2007). Se cuenta con que las formas de solucionar
los conflictos internos, entre clanes Wayúu (antes por supuesto de la incursión
paramilitar y del sicariato), eran solucionados acatando normas culturales
establecidas. Estas normas respondían a la cosmovisión Wayúu, asumiendo pues,
que hay lugares y personas que no hacen parte de esos conflictos y los cuales
no deben verse afectados. Esta inmunidad se le atribuye a las mujeres, niñas,
niños, ancianos y lugares sagrados, especialmente el cementerio.
Los
funerales para los Wayúu constituyen el culto más importante dada la
significación de la muerte como el paso a la vida espiritual. Por esto, siendo
el cementerio un territorio sagrado para los Wayúu, la imposibilidad de
realizar los rituales tradicionales puede leerse como una inestabilidad
espiritual y desgracia.
Caracterización del accionar de grupos
paramilitares en la Guajira
Desde
comienzos de la década de los sesenta, la Fuerza Pública y los organismos de
seguridad del Estado han sido formados bajo los parámetros de la doctrina de la
Seguridad Nacional y la aplicación de los fundamentos del Conflicto de baja
intensidad. Dentro de tal propósito se han implementado mecanismos prestos a la
eliminación del "enemigo interno", representado en la existencia del
comunismo, la subversión o insurgencia (Derechos Humanos Colombia). Se
comprende entonces que, en el marco de dicha estrategia, emergen los grupos
llamados “autodefensas”, organizados bajo el amparo de la ley 48 de 1968, por
medio de la cual se da el fundamento legal para la organización de la
"defensa nacional" legitimada desde el intento antiterrorista y
contrainsurgente del Estado Colombiano.
Si
bien los grupos paramilitares se han desarrollado de diferentes formas
respondiendo a diversas dinámicas en los contextos en que cada grupo se ve
inmerso, en nuestro caso hacemos alusión específicamente a los grupos que
hicieron parte de la masacre de Bahía Portete y, por ende, al movimiento de los
paramilitares en la zona de la Alta Guajira.
“Los paramilitares aducen que la presencia guerrillera fue
su motivación para entrar en La Guajira. En especial a partir del 2001 cuando
el ELN intensifica su accionar contra la estructura del Cerrejón y el
gasoducto, y éste y las FARC incineran vehículos y fincas, atacan la
infraestructura energética, activan artefactos explosivos en sitios públicos,
peajes y puentes, y realizan retenes ilegales para secuestrar” (Vicepresidencia
de la República, 2003).
Se
puede constatar que la presencia guerrillera se ubicaba en la Baja y Media
Guajira, mientras que la incursión paramilitar se da en la Alta Guajira,
poniendo en evidencia tres elementos que esbozaremos a grandes rasgos, los
cuales permitirán evidenciar cómo se llevó a cabo la incursión paramilitar.
En
primer lugar se observa la importancia del contrabando. Si bien es característico
de la región desde épocas remotas el tráfico de productos legales e ilegales, este
mercado estaba siendo ajeno a la estructura paramilitar. De esta manera, la
importancia de la región como un corredor de movilidad y la posibilidad de
implantar puertos externos, incentivó a los paramilitares para ampliar su
presencia territorial hacia la Alta Guajira.
En
segundo lugar se observa la relación evidente entre cargos públicos
(Contratación municipal y las entidades de salud) (Defensoría del pueblo, 2006)
y los grupos paramilitares, aspecto que configura la motivación política de la
incursión paramilitar de la zona en la medida que éstos incursionaron también
en el campo político de la Guajira, haciendo labores del llamado “proselitismo
armado” por medio de amenazas y ataques.
Finalmente,
se observa la relación de los paramilitares con los megaproyectos de la región
ya que, gracias a su incorporación en la política, se benefician del manejo de
transferencias de recursos públicos y las regalías de gas y carbón de La
Guajira.
Estos
tres elementos son clave para comprender los aspectos principales que motivan y
posibilitan la incursión paramilitar a la Alta Guajira. Los mecanismos que
hicieron posible la incursión paramilitar tuvieron lugar, cabe aclarar, de
forma paulatina y poco evidente, desembocando en prácticas de terror. Se
identifican dos: La amistad estratégica y el mestizaje. “En un principio la
población no se sintió atacada y los paramilitares intentaron atraerla
congeniándose con ella y sus necesidades” (Ochoa, 2011)
La forma en que los
paramilitares entraron al territorio fue por medio de la ayuda de José María
Barros Ipuana, más conocido como Chema Bala, uno de los dueños de la bahía,
quien se disputaba el pago de indemnizaciones con la familia Fince Epinayú.
Estos ingresaron violentamente al
territorio como un ejército privado de Chema Bala para la defensa de sus
bienes. Si bien entraron y mataron en el marco de una disputa intra-étnica, el
poderío vigente y el constante hostigamiento a la comunidad son aspecto que dan
cuenta de la instrumentalización de las disputas y dinámicas dentro de la
sociedad Wayúu (Kalyvas, 2001).
Personajes
como Chema Bala, creyeron que estaban utilizando a los paramilitares como
ejércitos privados para sus propios intereses, lo cual posteriormente se va a
evidenciar como una jugada estratégica por parte de los paramilitares tanto
para dividir a los Wayúu, como para insertarse y establecerse como el poder de
la región. Por otro lado, el mestizaje entre mujeres Wayúu y paramilitares,
quienes dadas las uniones matrimoniales /sexuales empezaban a pertenecer a los
Wayúu, fue un aspecto que fortaleció la
incursión paramilitar en el territorio.
Cuerpo femenino como botín de guerra
“Los
paramilitares han desarrollado una habilidad para leer los territorios en los
que se insertan y atacar según las condiciones del lugar. De ahí el éxito de su
proyecto colonizador” (Ochoa, 2011). Se dice que la entrada de los
paramilitares y su consolidación en el territorio Wayúu tuvieron lugar por
medio de mecanismos políticos, económicos y algunas prácticas de terror que se
valieron de las costumbres para generar el mayor daño posible. De esta manera, se entiende que hubo un uso de tácticas diseñadas minuciosamente en el
ejercicio de observación de las prácticas culturales de los Wayúu. En
definitiva, asumir no sólo su incursión, sino que su actuar en la masacre y
demás acciones estuviesen destinadas a afectar a las mujeres, implicaba no sólo
violentarlas a ellas, sino violentar a la comunidad entera en términos de
consolidar su poderío.
Las víctimas escogidas,
además de ser mujeres, cumplen un papel importantísimo en el clan al que
pertenecían. El asesinato selectivo fue más estratégico. La escogencia de las
víctimas directas, así como su función social, es una labor que cumple
objetivos claros en términos de dominio político-territorial.
Al
violentar a las mujeres, por un lado, se violentaba la feminidad y el valor
simbólico general que los Wayúu atribuyen a las mujeres como seres sagrados y
de frontera, a la vez que se violentaba la masculinidad poniéndola en tela de
juicio debido al papel de protector de la comunidad que los hombres tienen. Por
otro lado, se violentaba la identidad Wayúu respecto de la guerra, donde las
normas de su organización social les brindaban inmunidad a las mujeres.
Después de la masacre
Después
del 14 de Abril de 2004 la gente que poblaba la región de Bahía Portete se vio
obligada a abandonar sus casas y pertenencias de manera forzada. Nunca se
imaginaron que podían llegar a ser víctimas en su propia tierra, nunca se
imaginaron la sevicia con que el paramilitarismo penetró su territorio, ni
mucho menos se imaginaron la colaboración (aparentemente ingenua) de una
persona de su propia etnia a entrar y masacrar a su comunidad.
Aún
significando el desplazamiento forzado de más de la mitad de la población, la
información y llamamiento de los medios de comunicación del país se vio lenta y
tergiversada en su contenido. La estigmatización e invisibilización mediática
fue tal que mostraba la masacre como una disputa interétnica dado su histórico
reconocimiento como guerreros y salvajes Wayúu.
Por
otro lado, la acción de las Fuerzas Militares del Estado ese día y su respuesta
en días posteriores deja mucho que desear. Los refuerzos que vigilaban la zona
no se encontraban en los puntos de observación en la zona, ausencia excusada
por la visita del entonces presidente Álvaro Uribe Vélez al Cabo de la Vela, la
cual requería más refuerzo militar. Un factor bastante sorprendente es el
acompañamiento de un general en los carros del ejército en que los
paramilitares se transportaron ese día. La investigación y recolección de
información por parte de este ente institucional fue muy precaria. La respuesta
a la Asociación Indígena de Autoridades Tradicionales sostuvo que la masacre
sucedió por una disputa interétnica, mientras que a la Gobernación de la
Guajira se le aseguró que se trató de un proceder paramilitar en contra de una
banda delincuencial contrabandista Wayúu.
Sin
embargo, a diferencia del cubrimiento de la versión oficial, las versiones en
periódicos venezolanos entendían la situación desde la inserción paramilitar en
la región y las consecuencias en términos de la destrucción del tejido social y
el rompimiento de los esquemas normales de vida Wayúu, con lo cual concluían
que era un problema de derechos humanos y un crimen de lesa humanidad.
Para
la fecha de agosto del 2004 la Vicepresidencia de la República, la Gobernación
de la Guajira y la empresa El Cerrejón, organizaron y fomentaron con bombos y
platillos el retorno de las familias Wayúu a sus casas. Este retorno, al
parecer, fue protagonizado por 99 familias, 522 personas, a quienes se les
prometió el aumento de pie de fuerza, la reconstrucción de algunas casas, y la
entrega de animales, comida y dinero. El vicepresidente Francisco Santos afirmó
lo feliz que se sentía con el retorno de tantas familias a casas abandonadas
(Memoria histórica, 2010).
La
falacia que resultó ser toda esta parafernalia nacional se expresa en el hecho
de que apenas regresaron 300 personas de las que habían nombrado, de las cuales
apenas el 10% son reales ex pobladores de la zona, y el resto son habitantes de
otros poblados. El proceso sin consulta a las autoridades tradicionales Wayúu e
incluso de la población desplazada ubicada en Maracaibo, devela lo irreal que
fue el retorno y cómo esto se funcionaliza en favor de la imagen del gobierno,
no sólo en términos propagandísticos sino además, en cuando a la negación de
responsabilidad directa frente al hecho. La justificación superficial que se
dio fue que la población asentada en la ciudad venezolana en condición de
refugiados recibió muchas colaboraciones y no quiso volver.
Incluso,
en el marco de este proceso de retorno, se manifiesta la raíz principal de la
violencia no contemplada por las autoridades oficiales. Una mujer, después de
apenas un mes de estadía en el poblado,
fue asesinada por los paramilitares.
El desplazamiento
La
desaparición de personas así como el desplazamiento forzado, implicaron para la
comunidad Wayúu una perdida identitaria irreparable. Después de 14 días de
camino desértico hasta llegar a Maracaibo (Venezuela) en donde los indígenas
Wayúu tienen doble nacionalidad, se manifestó el apoyo venezolano, ciertamente
mucho más significativo que el colombiano, posiblemente por el inicio de diálogos
para la desmovilización paramilitar.
Son
incontables las víctimas de esta masacre, teniendo en cuenta los asesinatos en
el marco de este conflicto antes y después de ese 18 de abril, así como las y
los que murieron en el exilio de pena moral. Aunque se pueda contar hasta el
cansancio las pérdidas tangibles en la masacre, es incontable e inconcebible la
pena en la que se hunde la población Wayúu.
El
recuerdo sucesivo de la masacre es, como bien lo decía Blair, un transportar
del mensaje de miedo y terror, lo cual infunde a las personas un sentimiento de
arrebatamiento de control territorial, estando la fuerza y el poder de la
represión en manos de unos individuos concretos (Blair, 2005).
Allí
en Venezuela, han pasado ocho años sin que el Estado colombiano brinde
garantías para el retorno a casa de los Wayúu. Al parecer, no hay posibilidad
de exigir un acuerdo de reconciliación como el tradicionalmente establecido por
el código Wayúu para la guerra y la venganza
Entre
la forma en que anteriormente vivía la comunidad y a la que ahora se encuentra
obligada, se manifiesta una ruptura radical de los códigos culturales y las
formas de vida tradicionales. Por un lado, la actividad económica de la pesca y
el ganado les es imposible, puesto que como asalariados hacen su trabajo
dependiente de unas condiciones externas a las que la misma tierra les
brindaba. También, la forma en que el hogar era distribuido tuvo que ser
transformado completamente. Así mismo, sus expectativas de vida cambiaron, se
recuerda el pasado con ese tono armonioso de los que era antes pacífico.
Se
observa entonces cómo esta masacre parte la vida de la comunidad en dos,
recreándose cada escenario desde el ejercicio de la memoria individual y
colectiva.
Conclusiones
Identificar
las características que hacen de la masacre de Bahía Portete un suceso violento
tan particular entre la amalgama de violencia sistemática del paramilitarismo
en Colombia, requiere de la comprensión de los componentes sociales,
culturales, políticos y económicos, además de una revisión de la lógica y los
intereses de los actores implicados. Se encuentran elementos tales como el
narcotráfico, el conflicto armado, la cosmovisión, los roles de género, la
fragmentación estructura social, las formas de relacionamiento de las personas
de la comunidad, la transformación del sistema productivo, la soberanía, etc.,
aspectos que diferencian la forma en que se relaciona el sujeto propio con su
territorio y el extranjero que pretende imponer una nueva territorialidad
(forma en que se ejerce poder sobre un territorio).
La
región de Bahía Portete se ha encontrado atravesada por un conflicto armado
latente y voraz. Ha existido presencia paramilitar con el frente de insurgencia
paramilitar de las AUC y presencia guerrillera en la parte baja del
departamento en cercanías a la sierra, además coexisten rutas de gran
importancia para el narcotráfico de la zona Caribe. Esto permite comprender
cómo esta zona ha sido escenario de dicha masacre por un proceso geopolítico claro.
Bahía
Portete se identifica como una materialización de la lógica de acción violenta
paramilitar, en la cual la violencia tiene alcances bastante extensos.
Por
un lado, el ritmo de la mortalidad femenina y masculina refiere un cambio
importante en el objetivo militar de la guerra en este contexto. Si bien es el
hombre quien tradicionalmente es el actor directo de la guerra, en consecuencia
la mujer, quien en busca del sostenimiento de la comunidad, sale del confinado
espacio de lo privado a la participación en lo público y resulta ser el foco principal
de la acción violenta ¿Por qué? Teniendo en cuenta el importante rol de la
mujer dentro de la cosmovisión Wayúu como la sostenedora de la familia y unidad
básica social, el ataque directo hacia estas líderes cumple muchas funciones y
tiene muchos matices en cuanto a la lógica de la violencia en términos de
control territorial, político y militar de los paramilitares dentro de la
comunidad.
Se
entiende entonces que hay una trasgresión de la vida privada desde lo público
mediante la violación y masacre de las líderes en la región, por tanto se
reconfigura el papel del sujeto que sostiene estos dos ámbitos de la vida
social, lo cual cambia radicalmente la estructura social y aquello que se
comprende como soberanía.
El
abuso a la tradición que significó la masacre de Bahía Portete logró ir más
lejos que un ámbito netamente físico y presente, trasportándose al más allá, a
lo espiritual, a lo sagrado. No sólo con el arrebatamiento territorial, la
manipulación de los cuerpos, el irrespeto por las mujeres Wayùu como seres
sagrados, sino además, el acto de profanación de las tumbas, se aseveró el
impacto violento de la masacre burlando
las tradiciones y las costumbres más arraigadas.
Por
otro lado, el periodo posterior a la masacre menciona un constante
hostigamiento por medio de grafitis y rememoración, el cual impone un constante miedo y terror que deteriora la
cohesión social Wayúu debido a la imposibilidad de superar el miedo referido en
esas imágenes de terror y sufrimiento. Esta transformación y perpetuación de la
violencia puede entenderse como la ruptura organizacional que significó este
hecho para la comunidad, imposibilitando su capacidad de cuestionamiento,
reclamo y manifestación. Aún pasados muchos años, aún estando el actor armado
físicamente distante, la masacre se reaviva diariamente en la memoria de los
Wayúu y subordina continuamente la comunidad al poderío paramilitar.
Esto
permite encontrar varios puntos de reflexión, los cuales pueden considerarse llamativos
ya que, si bien existen fuentes variadas que explican y caracterizan la lógica
paramilitar colombiana, el análisis de un caso particular, situado y
contextualizado, enriquece el debate al problematizar la llamada “lógica
tradicional paramilitar” y su método explicativo de investigación.
Se
puede considerar, en primer lugar, que el grupo paramilitar ha sabido realizar
una lectura juiciosa de la comunidad Wayúu, lo cual les permitió atacar en los
puntos más desestabilizantes de la comunidad. La lógica de las masacres
paramilitares, caracterizada por la sevicia, el homicidio generalizado y el
desplazamiento, se problematiza en el caso de Bahía Portete al poder observar
cómo se utilizó la memoria y la tortura simbólica como armas posibilitadoras de
dominio a la población restante y de su territorio. Es aquí donde Portete puede
verse como caso diferenciado de las demás masacres, caracterizando una
superposición de estados de la violencia como un medio: física, económica,
simbólica.
Este
análisis puede dar luces de la lógica contextualizada y transformable de la
violencia, así como de su capacidad movilizadora y volátil. Se puede entender,
además, cómo la lógica de acción violenta paramilitar ha sido capaz de
comprender esta condición y ha modificado sus formas de violencia y poderío,
siendo esta masacre una materialización eficiente de su uso y un punto de reflexión
importante en la lógica de guerra colombiana.
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(2011) “La masacre de Bahía
Portete” “Verdad abierta” Consultado
18.06.12 en:
http://www.verdadabierta.com/nunca-mas/3202-la-masacre-de-bahia-portete
[1] Este artículo
se deriva del trabajo realizado para la asignatura “Sociología del conflicto y
la violencia”, cursado el primer semestre de 2012.
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