Resumen: Este artículo examina la transformación de los espacios urbanos en la ciudad de Medellín con el objetivo de entender la forma en que los mecanismos de intervención y planeación urbana estructuran y configuran las identidades, simbolismos y apropiaciones subjetivas de los espacios. En el artículo son descritas las formas como el urbanismo social y la intervención política de los espacios han sido asimiladas desde la administración municipal de Medellín, haciendo hincapié en las percepciones, imaginarios y narrativas de los múltiples actores que confluyen sobre el reordenamiento y constitución del espacio.
Palabras clave: Urbanismo social, Pasaje Peatonal Carabobo, espacio público, planeación, territorio, ciudad.

Isabel Cristina Acosta
Ciencia
Política, estudiante de sexto semestre
Universidad
de Antioquia
rosaroja480@hotmail.com
Keren Marín González
Ciencia
Política, estudiante de sexto semestre
Universidad
de Antioquia
ketxyleeflunk@hotmail.com
Gisselle Vanegas Aguirre
Ciencia
Política, estudiante de sexto semestre
Universidad
de Antioquia
gikavag@gmail.com
The transformation of urban spaces and new social practices: the social planning and the political construction in Pasaje Peatonal Carabobo in the city of Medellin
Recibido: octubre 2012 Evaluado: noviembre 2012 Aceptado: diciembre 2012
Abstract:
This article analyzes the transformation of Medellin
public spaces. The objective of this analysis is to understand the mechanisms
of intervention and urban planning and how these structure and configure
identities, symbolisms and appropriation of urban spaces by the subjects. In
order to do that, this article describes how social urbanism and politic
intervention of spaces have been assimilated by the Medellin’s municipal
administration; making emphasis on perceptions, imaginaries and narratives,
from the several actors that converge in this location, about space
rearrangement and constitution.
Key
words:
Social urbanism, PasajePeatonal
Carabobo, public space, planning, territory, city.
Introducción. [1]
Encontrarse
en el pasaje Carabobo, pleno centro de Medellín, significa estar en un espacio
lleno de gente en donde cada quien está en los usyo: unos están de compras, otros
toman un atajo para llegar a sus trabajos; los turistas caminan desprevenidos, esperando
conocer la arquitectura antigua de la ciudad (el Museo Nacional y los edificios
Vásquez y Carré),
los vendedores intentan convencer a los que pasan, a los que compran y a
quienes visitan a que se hagan con cuanta cosa. Son muchas, muchas las personas
que transitan a diario por Carabobo y no es extraño encontrar, un día
cualquiera, una veintena de estudiantes de Ciencia Política realizando
ejercicios de observacion para una de sus clases de investigación cualitativa.
Al
observar sus calles se pueden encontrar Iglesias, cafeterías, billares;
supermercados, tiendas de rebajas, casas de citas; moteles y papelerías, los
siempre presentes vendedores ambulantes vendiendo todo tipo de artefactos legítimos
(incluso en términos weberianos) a precios bajos y, cómo no, aunque de dudosa
legalidad siempre con calidad garantizada. Caminar por Carabobo es ver la otra
cara de la ciudad, una cara que transita entre el pasado y un presente ávido de
modernización y comercio.
De
ese grupo de estudiantes de Ciencia Política, fuimos tres quienes en junio de
2011 regresamos a esta calle para analizar esa cara de la ciudad. Encontramos
historias en cada uno de sus rincones, donde están guardadas las anecdotas de
tiempos pasados que relatan como la primera escalera eléctrica de Medellín que
se instaló en el actual centro comercial la Polar, suscitó grandes filas entre
los “paisas”; historias que relatan al Palacio Nacional como el sitio preferido
de los suicidas y la Panadería de Don Pedro como aquella que posee los mejores
pandebonos de la ciudad. Carabobo es una amalgama de recuerdos y testimonios,
un espacio en que cuando se llega a él por primera vez, suscita una sensación
abrumadora pues sus calles son la imagen viva de la pluralidad.
Carabobo
es así, el último rincón de la ciudad en donde la tradición vuelve a vivir cada
día, es el rincón viviente de la historia oral, del tiempo pasado. Sin embargo… (y este es el tema de nuestro
artículo) la transformación continua de
la ciudad y su consideración como territorio para planear e intervenir desde el
estado (en particular el gobierno local) ha afectado de múltiples maneras la
forma en que las relaciones sociales, económicas y políticas se median por lo
urbano. Ha afectado, de igual forma, la significación material y simbólica que para
la gente de la ciudad asumen los espacios mediante las formas de habitar y proyectar
la ciudad planeadas por la tecnocracia.
Evidencia de ello han sido los
planes de renovación dirigidos por la alcaldía de Medellín desde
el año 2004 para desarrollar programas de intervención integral que reafirman
la presencia estatal en el centro del Valle de Aburra, como es el caso del
barrio Moravia[2]. Allí, desde los años ochenta, se estableció
un asentamiento urbano dedicado al reciclaje y la economía informal. Ante los
problemas de tipo espacial y urbano que
representaba, la alcaldía decidió intervenir bajo el proyecto de “recuperación
urbana y ambiental del área de Moravia”[3], el cual
tenía como finalidad abordar la problemática existente involucrando aspectos
urbanísticos y de restauración ambiental, aunque sin tener en cuenta la participación de los habitantes del sector
y la identidad que en el marco de dicho territorio construyeron sus residentes.
En este sentido, y tal como se constató durante el trabajo de campo que
realizamos durante el primer semestre de 2012, la planeación y resignificación
de la ciudad mediante proyectos arquitectónicos dirigidos por la administración
municipal y el urbanismo social ( impulsadas fuertemente desde dos décadas
atrás) han implicado la construcción de territorialidades urbanas desligadas de
la percepción de sus residentes y habitantes.
Esto supone que el territorio y los espacios urbanos, como producción de la
cultura y lo cultural (Sztulwark, 2008), quizás sean incapaces de constituir
subjetividades históricas, simbólicas y colectivas, puesto que, al no poseerse
identidades territoriales que constituyan “un capital político y simbólico a
partir de determinados referentes” (Pacheco Ladrón de Vergara, 2005:167) en
donde la ciudad deja de ser un espacio de formación de sentido para quienes la
habitan y para quienes no residen en ella. Esto interviene en las
subjetividades sociales, pues el individuo ya no se reconoce ni logra adaptarse
a los espacios.
Sin embargo, en el Pasaje Peatonal Carabobo de la Ciudad de Medellín se han
instituido a lo largo del tiempo nuevas prácticas y modos de apropiación de los
espacios urbanos, haciendo de este un sector representativo de resistencia -pero
no el único que se revela-contra con las imágenes que producen y establecen la
planeación urbana y la arquitectura. De este modo, la ciudad se convierte en un
objeto material y de construcción simbólica, en donde la pugna por los sentidos
del espacio permite el desarrollo de nuevas identidades.
Carabobo. Detalle de la ruta seguida durante la investigación en el
centro de Medellín © Google Streets.
Este artículo se basa en la experiencia de este pasaje y sus habitantes
frente a la intervención urbana. Es un trabajo preliminar que, como preludio a
un trabajo de mayor envergadura en la forma de tesis de grado, lo hemos dividido
en cinco ejes de exploración. Primero, describimos los modos en que el
urbanismo social y la planeación urbana han determinado y constituido los usos
e identidades de los espacios. Segundo, enfatizamos el papel del Pasaje
Peatonal Carabobo en la construcción de imaginarios y subjetividades
colectivas, dando a conocer mediante un somero recorrido histórico los usos de
este espacio urbano y sus transformaciones. Tercero, explicamos la metodología mediante la cual analizamos las
transformaciones de los espacios urbanos y los modos como obtuvimos y validamos
los datos mediante la interacción con múltiples actores que allí transitan y
habitan; este apartado, por ende, se basa en una explicación sobre las técnicas
y métodos que se empleamos para la realización de este artículo. En el cuarto
eje, describimos y exponemos las percepciones de los actores sociales que allí
confluyen respecto a la situación actual del pasaje peatonal Carabobo. Para
ello nos valemos de la narrativa de estos actores sobre los alcances,
beneficios y desventajas de la readecuación del espacio. Por último, presentamos
las conclusiones.
Metodología.
Comprender el territorio como “nuestro referente
de ubicación social y, por tanto, el referente para nuestro comportamiento en
la relación con los demás, en cada instante de nuestra vida” (Ardila, 2006:14),
implica indagar en las personas que lo habitan los imaginarios que a través del
espacio se construyen y develan. En este sentido, en este articulo hacemos uso del Análisis situacional
(social situations) como metodología de investigación, pues consideramos que el
comportamiento social es un conjunto complejo de actividades e interacciones
humanas, de la cual el observador puede apreciar una parte limitada. Ante ello,
planteamos la posibilidad de comprender las múltiples situaciones sociales a
partir de marcos explicativos que surgen de la interpretación que los propios
sujetos hacen de la situación y de sí mismos.
“Estos marcos, son conceptos que le dan sentido al
comportamiento social, de tal manera que el nexo lógico que los liga puede
comunicar a todos aquellos que comparten una misma interpretación o un mismo
discurso dominante.” (Cruz y Tamayo, 2006: 184).
En este sentido
y mediante el análisis situacional, buscamos explorar una situación
determinada, articular los puntos de vista cognitivos de los sujetos y aplicar
estos marcos de interpretación en un contexto cultural especifico, permitiéndonos
divisar así, la producción social del espacio como posibilidad de resistencia y
transformación mediante el espacio observado y el espacio interpretado.
Técnicas de investigación.
Para lograr
llevar a cabo un análisis situacional, empleamos técnicas de orden
cualitativo como la historia de vida y la realización de 15 entrevistas a actores económicos e
institucionales, como representantes del Espacio público, la Alcaldía de
Medellín y vendedores ambulantes y formales, así como a transeúntes ocasionales
del lugar.
Igualmente, logramos constituir un grupo focal a partir de la
participación de 10 personas cuya actividad productiva se desempeñaba en el
comercio formal e informal, posibilitándonos así la confrontación de la
información recolectada teóricamente y el encuentro de los puntos en común que
tienen los participantes, sus momentos de quiebre y sus significados y
narrativas compartidas. Allí, empleamos l uso de la cartografía social mediante
una actividad que requirió de papel periódico y colores, permitiéndoles a los
participantes identificar las zonas que más habían cambiado, los espacios en los
que la interacción entre los sujetos era mayor y los lugares de mayor
vigilancia e inseguridad; de modo que se lograran identificar puntos claves de
encuentro entre los individuos y los espacios.
Finalmente,
resta decir que como un estudio de caso en proceso, este mismo presenta
limitaciones al intentar generalizar los resultados aquí obtenidos. Si bien es
un proceso holístico en donde se trata de integrar aspectos sociales,
culturales, políticos y económicos, éste no puede servir como generalidad a los
múltiples procesos que se realizan en el ámbito social; pues si bien pueden
llegar a tener características en común, éstas no deben de superponerse y ser
dadas por sentado en los diversos espacios urbanos, ya que en este trabajo
tratamos de comprender únicamente las dinámicas del Pasaje Peatonal Carabobo.
Urbanismo social y planificación urbana: la
construcción de ficciones y la gestión del espacio.
Considerar la ciudad como espacio central de articulación del poder y sus
técnicas disciplinarias y de seguridad ha permitido la definición del
territorio en términos de circulación económica, política, social y de
individuos. En este sentido, el problema del espacio ha sido determinado desde
mediados del siglo XIX como un problema de organización y planeación en donde
la construcción de espacios urbanos que permitan la circulación de materias
primas y la aparición de
funciones urbanas, económicas, morales y administrativas (capitalización del
territorio) se ha de transformar en eje central y de articulación del poder
político y la gobernabilidad (Foucault, 2006).
Ante ello, la
planeación urbana como la “posibilidad de administrar la ciudad y sus
espacialidades mediante la aplicación de políticas públicas” (Naranjo y Villa,
1997: 21), aparece como lugar óptimo para dar sentido y forma a la ciudad según
los parámetros establecidos por el poder político. Para ello, ha de contar con
la ayuda de la arquitectura y su proyección sobre lo urbano, incidiendo de
dicho modo en los referentes de ordenamiento institucional y en las imágenes de
ciudad que poseen sus habitantes y transeúntes.
Sin embargo,
el auge en la construcción y reconstrucción de las ciudades y los espacios a
mediados del siglo XX, supuso la consolidación de principios y regulaciones
sobre el ejercicio de la planeación y la arquitectura. Ejemplo de ello son la
Declaración de la Sarraz en 1928 que considera a la arquitectura como un modo
de planificación y racionalización adecuada para atender las demandas de una
sociedad de masas (Saldarriaga, 2000:140); y la Carta de Atenas de 1933, que
dirige la planeación en la garantía de cuatro funciones esenciales: la
posibilidad de movilización, la posibilidad del habitar, la posibilidad de
trabajar dentro de la ciudad y la posibilidad de recrearse dentro de ella.
La planeación
y la arquitectura asumen un compromiso social que se traduce en la posibilidad
de articular las presencias del pasado y del presente, de lo heterogéneo y lo
diverso (Saldarriaga, 2000: 148) consolidando así una planeación con sentido
plural y democrático: el urbanismo social. En este sentido, las
transformaciones que se buscan desde las administraciones municipales, tienen
como finalidad incidir sobre la percepción de los sectores marginales en pro de
su desarrollo económico, cultural y social, fomentando con ello, un mejor uso
aprovechamiento de los espacios.
La Alcaldía Municipal en coordinación con los principios
del urbanismo social ha de construir (Según lineamientos del Plan de Desarrollo
de Antioquia 2004-2007 y el Plan de Desarrollo de la ciudad de Medellín
2004-2007 y 2008-2011) categorías que permitan la distribución de los espacios
y su transformación, involucrando conceptos de tipo social que no dejan de lado
el mundo de las interpretaciones y narrativas. Ejemplo de ello, es la transformación
de la comuna N.1, específicamente la intervención en Santo Domingo Savio
mediante la construcción de parques bibliotecas y centros de recreación que posibilitan
según los entes administrativos del municipio, la constitución de una
transformación espacial con enfoque social es decir, que incluya las
necesidades espaciales de la población como escuelas, bibliotecas y espacios de
recreación, que permiten así un posterior apropiamiento de los mismos.
Este barrio se constituyó en 1964 a través de la ocupación
ilegal de campesinos desplazados y familias en condiciones de precariedad; sin
embargo, por la topografía del territorio se creía poco probable que se
convirtiera en un asentamiento urbano, pero al
final, el territorio condicionó el diseño y el
desarrollo urbanístico.
Sin embargo, con los programas de mejoramiento
integral de los barrios del sistema habitacional del Plan de Ordenamiento Territorial (P.O.T) impulsados por las
administraciones 2004- 2012 (Sergio Fajardo-Alonso Salazar), se han desarrollado
grandes avances en la transformación de modelo de ciudad abanderados por el
urbanismo social, con el fin de generar espacios de desarrollo que doten de
nuevos valores y sentido de pertenencia a los habitantes del sector, tal ha sido el desarrollo en esta área que los grandes
especialistas a nivel internacional en materia de desarrollo urbano, ordenación
territorial y gestión territorial se
reunieron para el VI Congreso
Iberoamericano de Turismo en la ciudad de Medellín.
El ejemplo de
Santo Domingo Savio nos permite denotar cómo la construcción de conceptos posee
un carácter plural en el que trabajan y confluyen la academia, el poder
político y los actores sociales. En este sentido, el concepto de geografías del desarrollo (como producto
conceptual de los múltiples sectores involucrados),–según la docente e
investigadora en estudios socioespaciales Eulalia Hernández -se comprende como
la
“producción específica de espacialidades desde los
discursos/prácticas del Desarrollo, de la que resultan materialidades, formas y
configuraciones espaciales concretas. Estas geografías proponen prácticas,
movilidades y direccionamientos de las subjetividades de acuerdo con los
diseños y trazados del discurso/práctica del desarrollo.” (Hernández, 2010:12)
El uso de la
geografía del desarrollo en la producción social del espacio implica, entonces,
la consideración de múltiples dimensiones para comprender integralmente lo
espacial. En este sentido, H. Lefebvre, presenta tres clases de espacio que
permiten comprender cómo los sujetos se ciernen sobre la dimensión espacial y
la reproducen: espacio percibido, espacio concebido y espacio vivido. (Herrera,2010)
El primer espacio, es
decir, el espacio percibido, puede definirse como las configuraciones y
prácticas de la vida urbana plausibles de ser medidas y cartografiadas (Soja,
2008), contrario al espacio concebido
en el cual lo urbano se vuelve un campo mental conceptualizado en imágenes y
representaciones simbólicas. Estos dos tipos de espacio configuran una
transversalidad entre el carácter objetivo y subjetivo del mismo, generando así
el espacio vivido, es decir, el repensar
el dualismo entre pensamiento materialista e idealista; es una ruptura que
produce una apertura y la posibilidad de un pensamiento geográfico más amplio
(Soja, 1996)
Ante ello, y
coincidiendo en que el espacio es tanto percibido como concebido, la planeación
y el ejercicio de la arquitectura han de constituir la concepción de desarrollo
bajo dos mecanismos 1.la profesionalización de los problemas del desarrollo
mediante la constitución de planes, programas y proyectos de intervención,
2. La
institucionalización de estos planes de intervención a través de organismos
públicos como el Departamento de Planeación Nacional y la Secretaria de Desarrollo
Urbano y obras públicas entre otras.
Estos
mecanismos, posibilitan así, la posterior intervención de la ciudad mediante
procesos de planeación, esperando con ello, un cambio que vincule tanto las
necesidades de la ciudadanía como el imperativo de la modernización.
Planificación y desarrollo en Medellín: ciudad, modernización y
violencia.
La urbanización originada a mediados del siglo XX en
Latinoamérica, generada por los procesos
de incorporación al mercado mundial y el ingreso a la modernidad y la modernización
por parte de la región, supuso el crecimiento de las ciudades y la migración
masiva de los pobladores de las zonas rurales hacia los espacios citadinos;
implicándole a las administraciones municipales, la tarea de planificar los
espacios y generar un uso más adecuado de los mismos según la densidad
poblacional y sus necesidades. En este sentido y, particularmente en Colombia,
se llevó a cabo una urbanización acelerada que dio cuenta de la importancia de
la constitución de las ciudades en la vida industrial y económica del país;
cuestión ante la cual se emplearon sistemáticamente proyectos de ordenamiento
territorial que permitieran incorporar las periferias de las ciudades a la vida
urbana, y atender el crecimiento acelerado de la densificación poblacional
(Naranjo y Villa, 1997).(Ejemplo de ello, es la
incorporación del barrio Moravia y Santo Domingo Savio al proyecto de ciudad,
cuestión que ha sido mencionada en apartados anteriores)
Entre 1948 y 1953 los Planes Piloto de planeación
nacional que agruparon los principios de planeación y ordenamiento territorial
de las ciudades, permitiendo, posteriormente en los años cincuenta y bajo el
gobierno de Laureano Gómez, la llegada de la primera Misión económica del Banco
Mundial liderada por Lauchin Currie, la cual–según Herrera,
“tenía como principal
tarea formular las bases de un programa coherente y global de desarrollo para
Colombia. En esencia, era formular un programa de desarrollo para elevar el nivel de vida del pueblo colombiano”
(Herrera, 2010:117).
Esta Misión logró consolidar institucionalmente la
planificación urbana y de los espacios en Colombia, mediante la creación del
Departamento Nacional de Planeación en 1959, resaltando políticas de desarrollo
que posibilitaban la solución de los problemas urbanos la renovación y
zonificación de los espacios(Herrera,
2010).En este sentido, la renovación se concibió como la creación de
lugares atractivos sobre zonas deterioradas socialmente o faltas de mantenimiento,
cuyo proceso de deterioro y carencia de mantenimiento son formas de pérdida de eficiencia y manifestaciones del problema urbano (Herrera,
2010).
La planeación aplicada a la ciudad de Medellín
pretendió ser así una forma de llevar el desarrollo hasta lo urbano para lograr
la transformación social, incorporando en un modelo de desarrollo las zonas de
asentamientos informales mediante la extensión del perímetro. No obstante, el
urbanismo social y la planeación comenzaron a funcionar desde mediados de 1980
como procesos de construcción de obras públicas que impedían la visibilidad de
la crisis que acontecía en la ciudad. En este sentido, el desarrollo urbano no
conllevó ni a prosperidad ni crecimiento, transformando la ciudad en la década del 90 en dos tipos de
ciudades: una legalizada dentro del marco institucional, y otra ilegal,
excluida y marginada; dicotomía que se agravó con la densificación poblacional
y el desplazamiento de pobladores rurales hacia la ciudad, lo que generó la
ocupación de espacios que no cuentan con una debida planificación.
Sin embargo, a
inicios del siglo XXI las propuestas de desarrollo urbano para Medellín
retomaron aquellos proyectos (recuperación del espacio público, equipamientos
públicos para dignificar los barrios como escuelas y bibliotecas y plan de
paseos y calles emblemáticas entre otros)
que quedaron suspendidos durante
la década del 90 por la violencia, permitiendo construir así
“nuevas materialidades, intervenciones urbanas en
proyecto y, en general, grandes presupuestos invertidos en infraestructura, que
se presentan y promueven como
evidencias espaciales del progreso,
desarrollo y transformación de
la ciudad de Medellín”
(Herrera, 2010:119).
Estos
discursos se han aplicado en la construcción material de nuevas formas y
superficies de cemento alrededor de la ciudad: jardines infantiles, parques
bibliotecas, paseos urbanos etc. Ejemplo de estas espacialidades usadas de
manera cotidiana, planeadas a partir de la intervención del espacio, es el
Pasaje Peatonal Carabobo, en donde el patrimonio arquitectónico y cultural del
departamento convive con la multiplicidad de usos y materialidades que se le
otorgan; consolidando así una concepción múltiple de lo público[4].
El centro de la ciudad y
su proceso de transformación. Pasaje Peatonal Carabobo.
“El centro se hallaba entre lo sagrado y lo profano”
Gloria Naranjo y Marta Villa. (1997)
La
carrera 52 de Medellín, Carabobo, es un lugar clave para comprender la
transformación urbanística de Medellín en el siglo XXI. La importancia de esta
calle de la ciudad radica en el valor patrimonial, arquitectónico, social y
económico que desde el siglo XIX posee.
Según
los datos históricos recopilados por la administración municipal, la carrera
Carabobo era una vía principal de la ciudad que la atravesaba de norte a sur, y
por la cual, obligatoriamente, la gente debía pasar. Igualmente, ésta se ha
identificado por poseer a sus alrededores centros históricos, las catedrales de
vieja data y diversas zonas de potencial económico; razón por la cual, este
lugar ha recibido amplio interés por parte del gobierno local y del equipo de
planeación territorial, que desde 1959 vienen gestando proyectos de
transformación arquitectónica y de
urbanismo social para el sector. Ejemplo
de ello ha sido la diversidad de planes y proyectos aplicados al centro de
Medellín desde el siglo pasado; proyectos entre los cuales se destacan el Plan Piloto (1950),
Plan Director (1959), Estudio del centro de la ciudad (1968), El Plan centro de
Medellín(1990), y aquellos que reaparecen en la última década como Plan
Especial del Centro (2005), Plan Especial de Espacio Público (2006) y Plan
Especial de Patrimonio (Herrera, 2010:35).
Foto No. 01 Carrera
Carabobo con Calibio
© Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América
Latina
Entre los
edificios que hoy sirven de testimonio del proceso histórico experimentado por
este corredor se encuentran: El Jardín
Botánico, antes Bosque Centenario de la Independencia y que fue lugar de las celebraciones patrias y sede de
competencias. Éste era un lugar en el cual la ciudad entera se reunía y era
considerado como un verdadero espacio público al que concurrían las familias de
alto nivel socioeconómico, y también las de los trabajadores y obreros. El Hospital San Vicente de Paúl, fundado el 16 de mayo de
1913 y cuya intervención se debió del deprimente
estado en que se encontraba el único hospital de la ciudad de Medellín, razón
por la cual decidieron intervenir y reconstruir este mismo. El antiguo Palacio Municipal (hoy Museo
de Antioquia), de la firma nacional H.M. Rodríguez e hijos, donde a partir de
1937 funcionaron por 50 años las dependencias de la Alcaldía. La Ermita de la Veracruz, único edificio
de origen colonial que se conserva actualmente en Carabobo, construida entre
1682 y 1712 y reconstruida en 1791.El Palacio Nacional, hoy conocido como
centro comercial, fue construido entre 1925 y 1928 como sede de despachos de la
administración de justicia por el arquitecto belga Agustín Goovaerts, donde
funcionó la Gobernación de Antioquia durante 50 años, hasta su traslado a La
Alpujarra. Finalmente, los edificios
“Vásquez” y “Carré” que en la actualidad son sedes de la Secretaria de Educación de Medellín y
de la caja de compensación Comfama; estos fueron creados a
partir de los secaderos
de café de las haciendas antioqueñas y a partir de
la crisis económica de 1916 sirvieron como inquilinatos.
Carrera
Carabobo entre Ayacucho y Pichincha (1950)
Autor: Gabriel Carvajal Pérez © Biblioteca Pública Piloto de Medellín
para América Latina
Palacio Nacional en construcción (1926)
Autor: Gonzalo Escobar © Biblioteca Pública Piloto de Medellín para
América Latina
Con esta
descripción podemos comprender la necesidad de la administración municipal por
intervenir en él, pues Carabobo como eje de comercio y cultura ha llegado a convertirse
bajo las dos administraciones pasadas (2004-2007, “Medellín compromiso de toda la
ciudadanía”, Sergio fajardo y 2008-2011 “Medellín es solidaria y
competitiva”, Alonso Salazar) en un epicentro del turismo y el desarrollo
económico. Para 2007 al centro confluían alrededor de 1.000.000 de personas
por día (Agudelo, 2007:47).
En esta
medida, las dos últimas administraciones municipales de la ciudad de Medellín resaltaron
como uno de sus principales logros:
haber desplazado las
lógicas del desarrollo a otros lugares, diferentes a los que se había destinado
en el pasado. Así, a los espacios catalogados como marginados, periféricos de
la ciudad, les han llevado infraestructuras de mejor calidad cuya finalidad,
sería, entre otras cosas, mejorar la autoestima de dichos sectores (Jaramillo,
2009 es citado por Herrera, 2010: 24).
Para estos fines, se creó a principios del 2005 la
Gerencia del Centro, cuyo objetivo es la recuperación de los espacios y la
construcción de una cara amable de la ciudad, ante lo cual, el Pasaje Peatonal
Carabobo se concibió en alianza con la Alcaldía de Medellín, la Secretaria de
Obras públicas y la Gerencia del Centro.
El costo de este proyecto osciló entre los $20.050 millones de pesos, y
se supone que con la transformación de Carabobo se la aportará a la ciudad
39.795 metros cuadrados de nuevo espacio público. (Herrera, 2010)
Un aspecto que mereció
gran atención por parte de la administración municipal, fue el fenómeno de las
ventas ambulantes en el centro de la ciudad, ante lo cual la alcaldía inició un programa de recuperación del espacio
público, en el que se designaron zonas reguladas y zonas transparentes. Las
primeras se definieron como:
aquellos espacios en los
que se permite la presencia de vendedores informales identificados con carné,
asignado por la Subsecretaría de Defensoría del Espacio Público. Esta ocupación
es el resultado de acuerdos hechos con las asociaciones de vendedores y de
controles permanentes para verificar el cumplimiento de los compromisos sobre
la ocupación del espacio público. La permanencia de ventas informales en las
zonas reguladas es temporal mientras se definen acuerdos de reubicación
(Agudelo, 2007:92).
Las zonas reguladas se contraponen a aquellas zonas
transparentes (como Carabobo), las cuales
“tienen un alto tráfico peatonal, vehicular,
comercial o turístico en los que no se permite la instalación de ventas
informales, solo aquellas que la Administración municipal tiene asignadas y que
cumplen con las normas de espacio público” (Agudelo, 2007:91).
Esta división del espacio público según el uso y la
afluencia de las ventas informales, se consolidó como propuesta urbanística de
la alcaldía al dar prioridad al peatón y al espacio público; garantizando así
el acceso a vías públicas y espacios urbanos y su destinación al uso común. Al
respecto de estos procesos de transformación, Sergio Fajardo, Alcalde Medellín
durante el periodo 2004-2007 expresa que:
“La culminación y entrega del Paseo
Peatonal de Carabobo es el símbolo de la recuperación y revitalización del
Centro de Medellín. Abrir un espacio peatonal en esta vía tradicional del
corazón de la ciudad, manda un mensaje acerca de la búsqueda de un Centro más equilibrado
y más cómodo para todos los que caminan por sus calles. Pero el Paseo Peatonal
hace parte de un proyecto más grande que es el Paseo Urbano de Carabobo. […] Lo
que hemos hecho aquí en el Paseo Peatonal, es el resultado de muchos años en
que urbanistas y planificadores, han pensado en el futuro de esta ciudad, desde
el Estado, desde la Academia y desde la empresa, y han alimentado el Plan de
Desarrollo de Medellín para este periodo 2004 – 2007. Si se observa la
ubicación de los grandes proyectos educativos y de espacio público que se están
construyendo en este momento, se ve que están ubicados en los sectores que en donde
habita la población en estado de mayor vulnerabilidad y con menos
oportunidades.” (Fajardo, 2006:02)
No obstante, y pese a las intervenciones urbanas en
el centro de Medellín, consideramos que aún persisten problemáticas sociales y espaciales[5], que
conllevan a “una contradicción entre una modernización
progresista, escenificada y promocionada desde nuevas infraestructuras,
y la persistencia de desigualdades
sociales” (Herrera, 2010:9). Si bien, el objetivo principal era que el
Pasaje Carabobo integrara la dinámica de lo público en su devenir, se han
consolidado dinámicas en torno a lo momentáneo, es decir, respecto al
transeúnte casual que se limita al intercambio de mercancías.
En este sentido, Fernando
González escritor, abogado y diplomático colombiano, afirma que la intervención
en Carabobo “se pensó más en beneficio del comercio y del turismo que en
beneficio del ciudadano común y corriente y de conservar la memoria histórica del sector” (2006:2A), ya que con
su pretensión de transformación urbana, se han destruido referentes culturales
y patrimoniales que constituían a Carabobo,
desplazando así la iniciativa inicial que concebía la intervención como un
proceso social y de inclusión ciudadana.
Actualmente, dichos
procesos de planeación se han centrado únicamente en estrategias de
productividad y competitividad, ante lo cual, la bandera del desarrollo se
situó para unos cuantos y no para el espacio y la sociedad en su totalidad.
Pasaje Peatonal Carabobo: entre la ficción de lo habitar y el espacio
vivido. Resultados obtenidos.
La
marginalidad y degradación, que según la administración local era parte
constitutiva del sector de Carabobo fue el principal motivo de intervención
para que en este sector se llevara a cabo iniciativas de transformación. Según
Daniel Pérez[6],
quien trabaja en el Departamento Administrativo de Planeación del municipio, se
buscó con la intervención a Carabobo “dar más tranquilidad a sus transeúntes y
habitantes para promocionar este espacio como un sector comercial atractivo y
lugar de turismo”[7].
Respecto a
ello, ciertos comerciantes como Luz María Rojas y Ferney Suarez, nos expresaron
que si bien con la transformación de Carabobo se solucionó el problema de tránsito
y la congestión vehicular, no se dio
respuesta a las demandas de los habitantes en temas como la inseguridad y la
venta de drogas; puesto que este espacio no fue “pensado para que la gente viva
y se quede, sino para que vengan, compren y se vayan”[8]. Al
respecto, logramos denotar como la apropiación identitaria del espacio no se
genera, debilitando así el sentido del lugar como espacio de creación cultural.
Esta
transformación del espacio ha conllevado a que se densifiquen los usos
comerciales del espacio y se reduzcan sus capacidades residenciales, situación
que nos expresó Mariela López, comerciante del sector y anterior habitante de
Carabobo de la siguiente manera:
“Carabobo
ya no está hecho para vivir, por donde querás ver solo hay negocios y locales
comerciales. Cuando la Alcaldía se le quiso venir a esto encima no pensó en
quienes alguna vez vivimos aquí, a muchos los desalojaron pintándoles huevitos
de oro y a otros nos tocó irnos porque realmente era insoportable vivir aquí.
Esto ya no parece ser de los paisas, parece más propiedad de los turistas y los
compradores, aquí de lugares residenciales ya no queda nada”[9]
Esta narrativa
nos refleja con claridad como la ciudad como espacio de elaboración y expresión
de la afectividad colectiva ha ido perdiendo su elemento esencial de habitar y
vivir en un territorio ,implicando de paso las relaciones de memoria y apego
entre los individuos y limitando las interacciones de los mismos a un ámbito de
intercambio comercial. Las identidades “que se elaboran con el tiempo y en contacto con
otros habitantes y que dotan al espacio de una perspectiva temporal” (Ramírez y Aguilar, 2006:10) ya no surgen al estar
limitadas únicamente al paseante ocasional.
Estos
desplazamientos en la función residencial del sector, han provocado que
“los residentes migren hacia espacios menos
congestionados, pero que con el pasar del tiempo los problemas descritos se
hacen presentes de nuevo en una secuencia interminable en la ciudad construida,
dando paso a la ocupación de la periferia.” (Gómez, 2005:201).
Ante ello, la problemática urbana no se resuelve sino que se traslada,
agravando la frecuencia de los desplazamientos intraurbanos y la consolidación
de barrios marginales y periféricos. No obstante, comerciantes como Abelardo
Vélez nos indica que la transformación de Carabobo en lugar comercial ha
posibilitado la subsistencia de quienes allí trabajan.
Antes, cuando
esto era vehicular las ventas eran muy duras, si bien uno vendía muchas cositas
la inseguridad y todo frenaba a la gente para venir a comprar aquí. Y ahora
mire, uno tiene donde vender y venderle a quien sea, a mi me parece que esto es
lo mejor que ha podido pasarle a la ciudad, y especialmente a mi (risas)[10]
Estas perspectivas encontradas nos dan cuenta del
enfrentamiento entre visiones de tipo localista que rechazan plenamente los
cambios acontecidos en el lugar, principalmente los habitantes del sector y
protectores del patrimonio cultural lo cual genera un choque de perspectivas y
por ende de significaciones del entorno. Sin embargo, la resignificación del
espacio que ha significado la peatonalización de Carabobo y sus nuevos usos han
redundado en pro del comercio, pues las ventas han significado, igualmente, un
incremento de las ventas informales y los ‘venteros ambulantes’, circunstancia
que genera una constante disputa del suelo urbano mediante el establecimiento
de relaciones sociales y de poder.
No obstante, y
según personajes con bastantes años de transitar y residir en los alrededores
de Carabobo, esté ‘boom’ de las ventas informales no es nuevo. Para sustentar
dicha afirmación, nos citarón la quema de la Plaza de Guayaquil acontecida en
1980 como el detonante que produjo el desplazamiento de los venteros hasta
simetrías del Pasaje Peatonal Carabobo; lugares de venta que transitan de generación
en generación en las miles de familias, cuestión que explica porque aún su
permanencia en estos lugares.
Según Luis Castaño, vendedor ambulante,
“Carabobo es el lugar preciso para vender, ya que por
aquí pasa mucho turista y gente y le da a uno para mantenerse. Igual, espacio
público ya no representa un problema, uno puede vender en la calle siempre y
cuando se mantenga en movimiento, obviamente mientras los de espacio público
ven. Cuando se van pues es suave, porque uno se pude parar ahí a vender
tranquilamente sin temor a que le quiten o le decomisen la mercancía.” [11]
Espacio público por su parte expresa que:
“los vendedores no tienen problemas siempre y cuando
permanezcan con la documentación al día y el permiso de venta. Además ellos
tienen que permanecer en movimiento, pues lo que se busca es conservar la buena
imagen de la ciudad y el espacio público como sinónimo de movilización” [12]
Estas narrativas de lo urbano (es decir, uso y apropiación de los espacios)
han conllevado igualmente a que las personas en situación de calle que
transitan y habitan por las cercanías de Carabobo sean tratados con violencia,
puesto que la imagen de Medellín ha primado sobre la dignidad del sujeto.
Esta constante agitación comercial en el sector, también ha incurrido en la
modificación de los espacios urbanos mediante la construcción de pasajes
comerciales y el uso productivo del patrimonio cultural en la economía. Ejemplo
de ello es el uso de edificios coloniales como centros de comidas y
misceláneas, así como la transformación del Pasaje Sucre para la construcción
de la Biblioteca EPM; circunstancia que denota la concepción restrictiva de lo
público al no involucrar activamente en los procesos de transformación urbana a
los habitantes, transeúntes y ciudadanos, así como la mínima voluntad política
por la conservación del patrimonio cultural y arquitectónico de la ciudad.
Esta subordinación del espacio público a actividades comerciales, relega
las identidades colectivas y los entornos habitables, puesto que el sujeto al
cual se dirigen las proyecciones de ciudad no son los residentes sino el
paseante urbano, es decir el transeúnte, dejando de este modo y a un lado, a
aquellos actores que han construido este espacio y que día a día le dan vida a
este pasaje; cuestión que nos ha llevado a cuestionar si aún existe la
posibilidad de habitar y a la vez de construir ciudad. En este sentido se
configuran los espacios dedicados a la construcción de memoria en espacios de
consumos, y
“el transeúnte de estos nuevos espacios comerciales, no
hace ciudad, padece la no ciudad y reconstruye un espacio a la medida de su
incapacidad para hacer auténticamente ciudad. En la no ciudad y particularmente
en los centros comerciales y otros espacios señalados como ‘no lugares’, la
identidad está definida a partir del acto del consumo y por la fusión del
transeúnte en la masa de objetos consumidos y consumibles del cual no puede
desprenderse” (Hiernaux, 2006:154)
Estas descripciones del espacio urbano en el Pasaje Peatonal Carabobo,
develan así una manera de asumir la planeación desde el marketing urbano, es
decir, la ciudad como objeto de consumo y la construcción de los espacios en
términos y usos productivos. Ante ello,
“el
nuevo centro no es para el encuentro ni está animado para la comunicación
permanente. Es para quien pueda llegar hasta allí en carro y apenas atiende una
invitación momentánea: una presentación artística o una feria en el centro de
exposiciones. Pero no va más allá. Carece de alma el pavimento porque no hay
una apropiación permanente; no cruzan por allí las rutas de la vida de la
gente” (Naranjo y Villa, 1997: 119).
Reflexiones Finales.
La planeación, comprendida como la transformación de
los espacios urbanos y su adecuación a necesidades específicas (creación de
ciudades y geografías producidas), ha ampliado su ejercicio en los últimos años
mediante la construcción de oportunidades sociales (como acceso a espacios de
recreación y bibliotecas entre otros) por medio de la reconstrucción y
construcción de espacios públicos y arquitectónicos. Estas dinámicas han
posibilitado mediante la transformación del ámbito de lo físico, una
exploración referente a los sentidos, narrativas y lógicas de los espacios en
el marco de la modernidad.
Ante
ello, el espacio público como producto de realidades pre-existentes y de unas
luchas sociales constantes que no acceden a él por igual ni lo perciben de la
misma manera, acercan mediante su uso los problemas de la vida pública
asociados a las lógicas de acción colectiva en que estos se enmarcan.
Al respecto, el centro de la ciudad se torna como referente de tensión,
pues es allí en donde la identidad y la memoria dotan de sentido a la
continuidad individual y colectiva en el espacio. Ante ello, Carabobo, como espacio
de carácter histórico y de alta afluencia en Medellín, expresa concepciones
múltiples y diversas de los valores simbólicos, identitarios, narrativos y
urbanos, que halla en los procesos acelerados de modernización de los espacios
una disyuntiva entre lo que representa su pasado y su presente. Es decir, entre
la memoria cultural y las dinámicas de consumo.
En este
sentido, consideramos que la intervención realizada en el Pasaje Peatonal
Carabobo, más que fomentar el desarrollo real de sus habitantes, ha creado otra
ciudad en sus periferias, es decir, nuevas centralidades y bancos de memoria y
significación urbana que se desplazan según el devenir de los sujetos y sus posibilidades,
y en donde la recuperación de la imagen de la ciudad se torna como eje de
articulación frente a las necesidades de inclusión y desarrollo social; lo que
determina una transformación del urbanismo social en marketing urbano, generando
así una fragmentación de la sociedad en su devenir y por ende una sociabilidad
escasa que no logra crear ciudad ni afectividad o sentido en torno a ella.
Siendo así, concluimos
que las formas de habitar la ciudad, se vivencian desde dos posiciones
respectivamente: padeciéndola o resistiéndola; consolidándose de este modo como
escenario de intensa lucha cultural en donde los espacios urbanos operan como
instrumentos de confrontación social.
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[1] Articulo desarrollado en el marco de la clase de Diseños
cualitativos del programa de Ciencia Política de la Universidad de Antioquia.
Esta clase es dictada durante el primer semestre de 2012 por Nicolás Espinosa
Menéndez. Este texto es la primera parte de una investigación en curso.
[2]Según la Secretaría de Cultura Ciudadana, Subsecretaría Metrocultura, Programa Memoria y Patrimonio Cultural en el estudio realizado en el año 2006
“Moravia una historia de resistencia”,
la zona que actualmente se conoce como el barrio Moravia hace cuarenta y
dos años estaba destinada a la ampliación del Parque norte; sin embargo,para
esta época, el Alcalde Víctor
Cárdenas Jaramillo tuvo que resolver el problema de depósito de basura,
decidiendo arrojar esta provisionalmente en la zona. Para 1983, en el
lugar se crearon dos cerros artificiales
como resultado de escombros y desechos, sin embargo, este no era el único
problema, puesto quelas familias
desplazadas o de bajos recursos iniciaron asentamientos en esta zona
desde la década del 50 huyendo de la violencia que se originó en el campo;
viviendo así en una zona de desechos, pero haciendo de ellos una forma de
subsistencia. Así el barrio Moravia crea su historia entre procesos de
invasión, de ausencia estatal y de conflicto generalizado. Ante tal situación, se crea el Decreto Nº 997 de 1993 de la
Alcaldía de Medellín, (ajusta el inventario de barrios de la ciudad, en
correspondencia con el Acuerdo Municipal 037 de 1992 que lo reglamenta), en el
que se legitima jurídicamente la existencia del
barrio, pero solo es hasta el 2004 Bajo el mandato de Sergio Fajardo que
se plantean proyectos de vivienda, espacio público y movilidad en el barrio de
Moravia.
[3] Para ver más referencias
consulte en: http://www.bdigital.unal.edu.co/3129/1/GAE-MORAVIA.pdf
[4] Un ejemplo de ello puede verse reflejado en los usos del Palacio
Nacional, el cual deja de ser centro de labores administrativas para
transformarse en uno de los ejes centrales del comercio en Medellín. Sin
embargo, los transeúntes y habitantes de la ciudad aún siguen refiriéndose e
identificando al mismo en relación con las actividades que en él se desarrollaban
con anterioridad, es decir, como un lugar político.
[5] Ejemplo de ello, es el actual proyecto del Corredor Ambiental en la
zona nororiental de Medellín, el cual ha afectado y desplazado a miles de
familias residentes en el Barrio la Cruz de Manrique bajo la justificación del
desarrollo local. Ante ello ¿Puede hablarse efectivamente de un urbanismo
social que involucre las percepciones y necesidades de los habitantes?
[6]Los nombres aquí expuestos son
nombres ficticios, puesto que los sujetos entrevistados aceptaron participar de
esta investigación siempre y cuando se conservara su anonimato.
[7]Testimonio No. 3, Alcaldía
Municipal de Medellín. Departamento Administrativo de Planeación. 2012
[8]Testimonio No. 7, Luz María
Rojas. Vendedora de ropa informal en el Pasaje Peatonal Carabobo. 2012
[9]Testimonio No. 2. Mariela López.
Vendedora de accesorios para celular asentada en las cercanías a la Ermita de
la Veracruz. 2012
[10]Testimonio No. 8. Abelardo
Vélez. Comerciante formal del Pasaje
Carabobo. Asentado en el lugar desde hace 25 años. 2012
[11]Testimonio No. 11. Luis Castaño.
Vendedor informal de Mangos frente al Palacio Nacional. 2012
[12]Testimonio No. 12. Oficiales del
Espacio Público. 2012
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